De excitarse viendo porno gay a decir "Soy Homosexual" hay un camino largo

No puedo decir que me ocurriera “no me gustaba ningún compañero” en la escuela o en el instituto. En clase de educación física o en el GYM no miraba por debajo del ojo a ningún chico, a estas alturas de mi vida no tengo porque engañarme. Pero también debo decir que no sentía una atracción especial por las chicas, con ellas era distinto, establecía una relación de amor platónico, imposible, con la intensidad que me caracteriza. 
Nunca fui como mi hermano o mis otros compañeros de clase, no estaba pendiente de las características sexuales de las chicas, mucho menos me interesaba el sexo con ellas y eso en cierta forma me preocupaba. Me excitaban las revistas porno y las películas, mi padre tenía muchas escondidas en la biblioteca y mi hermano y yo se las robábamos de vez en cuando. Pero en la adolescencia y en plena ebullición de las hormonas cualquier estímulo vale. Además tampoco sabía que era ser gay, hetero, bixesual ...

Entre el tercero y cuarto año de bachillerato (14 a 16 años) algunos compañeros solían hacer algunos chistes sobre mi apariencia (la verdad que yo también los hubiese hecho). Era regordete, vestía con la ropa que le sobraba a mi padre y a mi tío “terrible, pero aún más era que nadie se diera cuenta, algo pasaba.

Mi único amigo en clase era un chico extremadamente amanerado, Marcos, así que:  -Dime con quien andas y te diré quien eres-. Me molestaba sobremanera que me etiquetaran de “maricón”, más bien me sentía aterrorizado, me daba una angustia enorme, era duro escucharlo, decirlo aún más. 

Viniendo de una familia homofóbica donde la homosexualidad había estado presente, pero en la oscuridad absoluta, intuir que podías ser gay no era un problema, era un delito y su sentencia la pena de muerte o la exclusión

De dónde viene la negación  Mis abuelos emigraron a Venezuela luego de la guerra civil Española, llevando en sus enceres sus costumbres, tabúes, su pensamiento conservador y pensamiento franquista, Franco siempre tiene la culpa de todo... Provocarles semejante disgusto no, no era posible

No quería ser distinto, tampoco quiero serlo ahora, mucho menos sentirme excluido, fuera del equipo, por ser mal jugador, o como decimos los venezolanos: “por ser maleta”, buscaba la aprobación y ser valorado, sentirme amado.

Incorporé tanto esa homofobía en mi personalidad que me desagradaba ver a dos hombres juntos, y verlos besándose me provocaban nauseas.

El salón de la Abuela: un episodio homófogo
Al cumplir 9 ó 10 años mi tía, mi tío (lesbiana y gay que murieron ambos en el armario) acompañados de mi abuela y de mi padre se sentaron con mi hermano (14 meses menor que yo) y conmigo y puntualizaron algunas cosas: - Ya ustedes son dos hombrecitos, los hombres no se besan, no se demuestran cariño. De ahora en adelante a su padre y a su tío sólo le saludarán con la mano.

¿Quién te enseña a amar? ¿Qué es el amor? ¿a quién debes amar? En casa…¿no? Las personas que te quieren son las que deben modelar con sus acciones el afecto ¿no es así?

Ese fue un capítulo muy oscuro en mi vida, aún recuerdo la escena: 

Mi hermano y yo sentados en el salón de casa de mi abuela, expectantes, inquietos. Era de noche, estábamos en penumbras, sólo encendidas las lamparillas auxiliares que poco iluminaban y su luz amarilla, opaca, se desgastaba por la pantalla antigua que filtraba la luz. Una escena teñida con un filtro sepia, hablando en términos de Instagram, en una paleta de colores que cansa y entristece. 

La voz de mi tía, claramente la recuerdo, fuerte, avasalladora, llevándose cualquier cosa, aplastando todo a su paso, sin remordimientos. Mi tía una mujer amargada, frustrada, con un corazón enorme apretado en un pecho maltratado, vejado y humillado por un padre que sufrió los avatares de la guerra. Ella y sus frustraciones condujeron las pocas palabras que recuerdo. La reunión, que no duró mucho, marcó para todos el modo de relacionarnos y de manifestar o no nuestro afecto, nuestro cariño. La escena me persigue y me angustia, es una película en la cual yo soy el camarógrafo y hago una toma en cenital, desde arriba, desde fuera, ausente pero allí. 


¿Por qué nadie dijo nada? ¿Por qué nadie le dio una patada a la mesa y dijo? -Esto es una locura-.

Mi abuela como siempre callada, atemorizada, aceptando; mi tío, cobarde, angustiado, limitado; y mi padre: bueno mi padre, como mi abuela guardando silencio en un agobio que enferma, seco de amor, estéril de cariño.

Alejandro: me enamoré de un chico
Unos años después superé ese estigma que me perseguía, me hice más varonil, adelgacé, tenía un trabajo a tiempo parcial que me permitía vestir guay. Hacia pesas y comencé a correr. Era osado al peinarme, iba a una peluquería donde el chico que cortaba el cabello era trans, un chico majo incomprendido y blanco de burlas y chites crueles. 

En el primer año de la universidad tuve un gran  amigo, Alejandro. Él era el prototipo chico atlético y simpático, tenía una novia 5 años mayor que nosotros y abiertamente me contaba sus experiencias de pareja, incluida las sexuales. Moreno, de padre italiano y madre venezolana era un chico de ojos negros, contextura fuerte pero delgada ¿Cómo no me iba a gustar? Aunque algo inseguro de sí mismo. Pasábamos mucho tiempo charlando, estudiando y en las tardes jugábamos con una pelota de goma en los jardines de la universidad. En los exámenes yo solía ayudarlo y creo que aprobamos ese año gracias a que pasamos mucho tiempo juntos, y en los exámenes copiábamos. Yo solía ir a su casa y en muchas oportunidades salimos a comer. Nunca conocí a su novia. 
Ahora entiendo que me gustó, me gustó por muchos años. Lo volví a ver 10 años después, regordete, ya sus ojos no eran los mismos, angustiado por las cargas familiares, mujer, hijos y un negocio que no marchaba muy bien, murió el encanto.

Sí, me gustaba, me gustaba con todas sus letras, me parecía muy sexi y varonil, ahora veinte años después lo reconozco. Durante ese año yo estaba liado con una chica que jugaba con mis sentimientos, me sentía decepcionado y frustrado y ese era un tema recurrente en nuestras conversaciones.
Escribiendo esta entrada me picó la curiosidad y le he buscado en Facebook, lo he encontrado y algo burbujeó en mi estómago, muchos recuerdos, luego les cuento. 

No sé porque recuerdo esto, o como asociarlo.

NOTA: la verdad que todo lo que escribo aquí es una mezcla de recuerdos, sentimientos y emociones.

Ese año vi por primera vez una película porno de tema gay. ¿Adivinen de quien era? De mi tío, pero ese es otro tema. Me dio un calentón que aún recuerdo, tan intenso como el que sentí cuando vi la primera porno hetero. Un poder se apoderó de todo mi cuerpo. No podía creerlo, me excitaba  sobre manera, ¡wow, dos chicos follando…! Ufff… Pero así y todo no me veía en eso y mucho menos besando a otro tío. Sí me gustó, pero estaba negado, era un imposible. Pero plantearme experimentar con un chico, y que ese chico fuera Alejandro NOOOO, no. Mi "SÚPER YO" me tenía total mente doblegado, a sus pies. Tuvieron que pasar 20 años más para entender que:


De fantasear con chicos, excitarse viendo porno gay a decir: "Soy Homosexual" hay un camino muy largo por el cual algunos transitamos.

Continuará...

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