La confesión a mi mujer: soy gay

Mi nombre es Gabriel, tengo 47 años, hace poco menos de tres años me enamoré de un hombre encantador que fundió su vida con la mía. Llevé una vida heterosexual hasta ese momento. Ahora he asumido que soy gay, pero esa realidad devastó por un tiempo mi vida, trajo confusión, tristeza y vergüenza; me he paseado entre el engaño, las mentiras, la culpa y el temor.

Tal vez siempre supe que había algo allí latente, enterrado en lo más profundo de mí, minimizado, enjaulado, preso, algo que me daba pavor enfrentar, algo que no sabes cómo manejar, “encerrado no hace daño a nadie”. 

Piensas ingenuamente: "puedes vivir con eso" no tienes porque confesarlo; pero en el fondo sabes que ese momento te alcanzará,  temes a tus reacciones y el posible rechazo de quienes más amas. Leí en un artículo hace pocos días: “tienes miedo a arrancarte la curita y el dolor que causará, y eso es suficiente para deprimir a alguien”.

Cuando le confesé a mi ex mujer que era homosexual no tenía claro que debía decirle, solo que había que hacerlo. 

Luego… del día “D”
Caminábamos por un barrio bohemio de Valencia, era de noche, ella no paraba de llorar, era imposible consolarla, la gente nos miraba, yo no sabía qué hacer. Me sentía miserable, culpable, la vergüenza me apretaba el pecho. Entre calle y calle le confesaba muchas cosas que había callado y descubierto en los últimos meses.  Aspectos de mi vida que podía resumir en tres grandes verdades:
  1. Nuestro matrimonio se acabo hace mucho tiempo.
  2. Estoy enamorado de otra persona y esa persona es otro hombre.
  3. Soy gay.

El contexto
Yo amé a mi esposa como a nadie en el mundo, cuando la conocí sabía que sería la madre de mis hijos, ella hacia latir con fuerza mi corazón. Eramos muy jóvenes, pasábamos horas hablando, era la inspiración de miles de cartas, de historias y cuentos que escribía todas las noches. Siento que le rompí el corazón.

Pero antes de que todo esto saliera a la luz, algo se fracturó dentro de mí, cuando la abrazaba y besaba no sentía nada. 

Teníamos poco más de 16 años de casados y por primera vez nos separábamos. Decidimos emigrar de nuestro país y venir a España a buscar un lugar mejor para vivir y criar a nuestros hijos. Nuestro plan fue el siguiente, yo vendría primero y una vez establecido nos reuniríamos los cuatros, mi esposa, los dos niños y yo.  Tarde 8 meses en establecerme y conseguir trabajo. Durante ese tiempo fui y vine a nuestro país de origen dos veces, me moría por ver a mis hijos, a mi familia, mis amigos. En nuestro primer encuentro, luego de tres meses separados,  justo antes de navidad, me reuní con ellos. Echaba de menos sus abrazos, verla, sabía que serían unos días de mucha pasión, en el chat de WhatsApp era un tema recurrente. 

Al llegar al aeropuerto y tenerla entre mis brazos me percaté de que algo no andaba bien, no sentí nada. Luego esa noche, ni los días posteriores hubo mucho sexo, siempre teníamos visitas, o dormíamos en casa de sus padres en cuartos separados.

En nuestro segundo encuentro, marzo, hubo mucha ilusión, pero seguía esa sensación extraña, fría y distante. En febrero, un mes antes, había conocido Luís, pero no había nada entre nosotros, lo que surgió, surgió mucho después.

Llegó el verano a España y con él mis hijos y su madre, todos juntos, bajo mi cobijo y cuidado, siempre he sido un cuidador.

Todos vinimos a España en búsqueda de un futuro prometedor, de seguridad; a cambio yo había conseguido un nuevo amor, descubierto una nueva aventura, una nueva vida. 

¿Amigo?
No hay un manual o instrucciones para estos casos, por ejemplo: “Querida te presento a mi folla amigo, pero tranquila que no es nada serio". 

Una vez todos en España fue imposible no integrar a Luís y a su familia con la mía. Él estuvo presente, muy presente durante los últimos meses, no podía ocultarlo, tampoco  quería hacerlo. Comenzamos a salir y con naturalidad llevábamos nuestra relación en secreto. He leído y conocido a personas con doble vida y les funciona muy bien ¿Por qué a nosotros no?
Pasamos un verano estupendo. Los chicos, cuatro en total, la pasaban súper o pipa como dicen aquí, y sus padres… qué decir. 

Compartir esos días los seis juntos avivo lo que sentía, no había dudas, él era un hombre bueno, sensible al cual podía confiar, no solo mi corazón, sino también a mis hijos.

Ya a finales de verano, recibí una llamada angustiante, la esposa de Luís había encontrado las pruebas a sus sospechas, Gabriel no era un amigo más. Entré en shock. 

Entre mi esposa y yo las peleas se hicieron un hábito. Pasábamos muy poco tiempo juntos. Me esforzaba en hacer las cosas bien, pero ella siempre estaba molesta, disgustada, veía en su cara una rabia que la consumía.


Ellas tienen un 6to sentido 
Mi esposa al llegar a España estaba sospechosamente indispuesta, molesta, triste, insatisfecha. Yo hacía todo lo posible porque estuviera cómoda, segura y básicamente no faltará nada en casa. Solía llevarme a los niños de paseo, la dejaba sola en casa, sabía que necesita tiempo para asimilar tantos cambios.

Durante los días de verano se hizo costumbre su necesidad de estar en casa y no salir. Quedábamos los papas y los niños, al fin y al cabo la pasábamos muy bien los seis. Sentía algo muy especial por ese hombre maravilloso.

Soy de los que piensa que las mujeres tienen un sexto sentido para las infidelidades aún más sensible cuando se trata de otro hombre, sino preguntémosle a la mujer de Luís. Yo ya estaba dispuesto a contar toda la verdad, era algo que tenía atorado en la garganta y necesitaba soltar para poder respirar.

Me convencí de que la raíz de todo el conflicto eran sus sospechas de que Luís era más que un amigo, algo pasaba.
En otras ocasiones me había preguntado si me gustaban los hombres, casualmente unos días antes había sido muy directa y clara: ¿Tienes algo con Luís? ¿Te gusta? A ella le extrañaba la relación que manteníamos, íbamos juntos al gimnasio, salimos a correr en las noches y los viernes salimos a tomar algo, siempre estábamos chateando.

“Pensaba que el origen de todas nuestras peleas y de su insatisfacción era su sospecha de infidelidad.  ¡Tenía que contárselo! 

Un gran peso se esfumó
Semanas después de que la esposa de Luís descubriera lo que ocurría entre nosotros me arme de valor y en la oscuridad de la habitación y en medio de una discusión le confesé: 

-He conocido a una persona muy especial. Tus sospechas son ciertas.  Esa persona me hace sentir sensaciones y emociones las cuales nunca antes había experimentado, para bien o para mal le conoces. 

No recuerdo su cara, ni sus palabras exactas, sólo que rematé diciéndole es: -Luís-.

El elefante que últimamente vivía sobre mi espalda desapareció, la presión que hacia estallar mi pecho ceso; pero una terrible culpa se instaló dentro de mí, culpa que ella se encarga, constantemente, de reavivar.


No fue planeado, simplemente sucedió, una cosa llevo a la otra; pero al hacerlo me liberé. Ella de cierta manera me empujo a confesárselo.

Ese día le hablé de las tres verdades que comente al principio, no fui muy convincente en ese momento, no podía hacerlo, no tenía muy claro lo que ocurría. Su respuesta fue de rabia, llanto y por último de negación, al final se recompuso y concluyó que yo sólo estaba confundido. 

-Es una crisis, te han manipulado, se han aprovechado de tu vulnerabilidad en esta etapa de tu vida. Tú no eres homosexual, yo te conozco muy bien. Nosotros siempre hemos disfrutamos mucho de nuestra sexualidad. Estás abrumado por esas nuevas sensaciones. Con él todo es nuevo y eso te tiene enganchado. Tampoco creo que Luís sea gay, ambos pasan por una etapa de confusión. Seguro se les pasará-.

Ningún hombre hace esta confesión con tantas implicaciones sin estar bien seguro de lo que hace.

En la discusión le comenté sobre sus insinuaciones sobre mi posible homosexualidad, lo negó. -Cuando lo dije lo hice para herirte, jamás pensé que fueras gay-. 

Hubo muchos reproches. Espero que algún día pueda entender que nunca hice nada para hacerle daño, todo lo que hice lo hice por amor.  

Presentarle a Luís como un amigo mas, cuando en realidad ocurría algo entre nosotros, ha sido siempre un tema recurrente de reproche. 

No lo planificamos, las circunstancias se fueron dando, no maquinamos nada, nunca tuvimos intención de causar dolor. ¿Nos equivocamos?  ¿No sé? Fueron los días más bonitos del  verano, compartimos tantos momentos, sentimientos, hicimos tantas locuras, no puedo arrepentirme.   


Cuando veas las barbas de tu vecino arder pon las tuyas en remojo

No confiaste en mí, no me diste la oportunidad de ayudarte a tomar otras decisiones”.

¿Quién se lanza a una piscina helada en pleno invierno? Tenemos claro que tiene que darse una situación muy extrema, por ejemplo: -Alguien se ha caído y se esta ahogando- de otra forma no te atreves. 

¿Cómo te quitas la curita o "bandita" dejando una herida expuesta? ¿Cómo hacerlo? Ese trozo de goma y pegamento  se adhiere a tu piel ocultando tu dolor, brindándote seguridad y tranquilidad. 


Sea como sea sabes que al lanzarte al agua o quitarte la curita cambiará tu vida y la de los seres que más amas, eso es inevitable. 

Quería ser honesto y valiente, era imposible controlar tantas variables, podía pillarme por recibir un emoji de corazón “❤️” o de besos “😘”  por Telegram, por dejar alguna conversación picante en el chat, algún rastro de pornografía en el historial del navegador,  o alguna foto de sexting en la fototeca del móvil.

Alguien también podía vernos juntos de paseo, frecuentábamos un café de ambiente y allí nos dejábamos llevar,  la pasión se apoderaba de nosotros, nos besábamos cómo si el mundo se fuera acabar.

Rondaba siempre un fantasmita, la angustia de encontrarnos con alguien en el momento y lugar menos indicado, y yo soy el hombre de las casualidades.

En definitiva, era inminente, algo dentro de mí me decía que tenía que soltar todo lo que pasaba, revelar y enfrentar la verdad por muy dura, cruel y desafiante que fuera. Era hora de arrancar la curita, de lanzarse a la piscina, de asumir con valentía el dolor y el frío.

¿Esperar más? No era justo, debía llamar las cosas por su nombre, comenzar el proceso de aceptación y de congruencia, dar un paso hacia delante y entrar en ese túnel oscuro al cual tanto temía. Salir del armario, ir a la arena rodeado de leones hambrientos, no quedaba otra debía ser devorado, transformado, pasar de la oscuridad a la luz.

-¿Cuándo sabes que es el momento de confesarle a tu pareja que eres gay?

-Cuando llega el angelito bueno y te dice al oído: -Ya es hora de decir la verdad-. El angelito malo guarda silencio. Hay que estar preparado.

Conclusión: Nacer duele, pero una nueva vida trae alegría
Ahora retrocedo la película y veo mucho dolor. La vida se concibe gracias a la máxima expresión del amor, la vida surge del valor de dar a luz, la vida trae alegría e ilusión. Ahora mi vida se llena de ilusiones y de satisfacciones. 


Me siento orgulloso de haber tenido la valentía de haber enfrentado mis miedos y temores, de abrir mis sentimientos y mi corazón, aceptar que soy un hombre bueno enamorado de otro. No siento vergüenza en asumir mi orientación sexual, con valentía y serenidad  digo: -soy gay y estuve casado muchos años con una gran mujer-.

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